terça-feira, maio 03, 2005

Los señales

Mira sobre mis manos el dolor,
De la cera soldable, de la sangre,
Del amargo añoro, del acero entrante,
Donde quiera que esté no hay quien lo cambie.

Bebe en mi copa de ojos la cordura,
Del acerbo tajante, del irritante,
Del agua consumida, de la tontura,
Donde quiera que esté, no hay quien lo zanje.

Deidad de mis madrigueras,
Ojos de ónice, sobre mi herida
¿Por qué no veo que solo son molinos?
¿Por qué la verdad no me es elegida?

A por los dioses me dijo siempre el horizonte
Me lo dijo. Me lo sigue diciendo.
Pero lo que me señala tiene su fin
Y antes que llegue ya estaré muriendo.

Diego Alonso Villa
( in Del miedo y su estirpe)

D.P.